jueves, 23 de junio de 2011

El grabado mexicano en las rutas plásticas de la modernidad

Cristóbal Andrés Jácome



El grabado en la primera mitad del siglo XX en México, es muestra de la complejidad del proceso histórico acontecido en el país. Tomando como momento de secesión la Revolución de 1910, la reconfiguración política de la nación se torna en términos plásticos en un realismo comprometido con los ideales que dieron origen a la movilización revolucionaria. La resulta, es así, una imperante figuración por parte del movimiento muralista mexicano el cual, sin duda, tiene una injerencia notable en el quehacer de los grabadores del México moderno. Su notoria influencia puede verse en tanto estilo y contenido en el trabajo de Leopoldo Méndez, el grabador mexicano por excelencia y quien fuera uno de los principales actores para la fundación del Taller de la Gráfica Popular (TGP) en 1937. De esta forma, el arte del grabado está profundamente marcado por la impronta del realismo, una suerte de figuración que busca ir del episodio histórico al momento lúdico y fugaz de la vida cotidiana, del apacible ambiente bucólico a las prometedoras alegorías del progreso.

En el amplio panorama de obras que reúne Denuncia Gráfica, pueden observarse las amplias posibilidades expresivas del grabado mexicano a través de un recuento histórico, mostrando representantes y momentos determinantes de este quehacer artístico. Hacia una puntualización más precisa de estas piezas, el presente texto se centrará en la impronta de la imagen fotográfica y cinematográfica en el grabado y el recurso iconográfico de la industria como elemento ejemplificador de la modernidad.

En 1949, en el libro conmemorativo de los doce años de la fundación del TGP, Leopoldo Méndez argumentaba que la labor del grabador era como la de un fotógrafo que de pueblo en pueblo recorría fotografiando rostros de los habitantes sin maquillaje y desprovistos de escenografía. Las palabras de Méndez, casi al concluir la primera mitad del siglo XX, revelan el interés por mantener una imagen “honesta y genuina” de México acorde a los ideales revolucionarios. Correlacionaba, también, el medio fotográfico con el grabado, acercándose a una sinergia entre medios en la cual Méndez trabajaba en ese entonces. Más cercano a la pujante revolución técnica y de medios acontecida en la primera mitad de siglo, Méndez incursiona en el lenguaje cinematográfico haciendo grabados para las películas Río escondido y Pueblerina. Aquí, las piezas de Méndez están insertas a manera de storyboard, lo cual hace patente el interés del grabador por dialogar con otros sistemas técnicos de producción de imágenes. En el ya conocido Homenaje a Posada, la utilización de la mirada fotográfica por parte Méndez es notoria. Por el dinamismo y gestualidad de los personajes situados a espaldas del grabador y de la revuelta social que se observa a través de la ventana, en el linóleo del Méndez es palpable la influencia de la mirada fotográfica. Puede decirse que en esta obra icónica del grabado mexicano, la presencia del término “instante decisivo” del fotógrafo Henri Cartier-Bresson toma lugar. En la obra de otro de los miembros del TGP como es Luis Arenal, la cultura visual cinematográfica es perceptible. Tren revolucionario mantiene vínculos cercanos con las imágenes de la película Memorias de un mexicano de Salvador Toscano, filme en el cual está depositado buena parte del imaginario nacional en torno al proceso histórico de principios de siglo.

Así como el grabado entró en diálogo con otros medios de producción de la imagen técnica, de la misma forma representó el despertar y apogeo de la industria. Aquellos grandes complejos industriales que surgieron a partir de la década de los veinte, fueron impresos a través de las máquinas del grabado. La fascinación que producían las nuevas estructuras fabriles ante los ojos de una sociedad que vivía el auge de su industria fue determinante no sólo para los grabadores, sino para toda una generación de artistas que veían en los ambientes industriales un icono del progreso para el país. Sin duda, el momento clave más importante en términos de una visualidad moderna en torno a la industria, fue en 1931 con el concurso lanzado por Cementos Tolteca, un proyecto cultural del Ingeniero Federico Sánchez Fogarty cuya impronta puede observarse en más de un ejemplo de la plástica mexicana.

En los trayectos visuales del grabado, existen ejemplos de una simplicidad y abstracción de formas sumamente sugerente como es Fábrica de Fernando Leal. Leal opta por representar una arquitectura fabril tomando como eje temático y compositivo una serie de chimeneas que permanecen en un primer y segundo plano. Un tanto más saturada en su composición es Fábrica de Abelardo Ávila. Ávila plasma en esta pieza un entramado de objetos que reflejan la pujanza moderna del entonces: cables de luz, silos, galones y desde luego, una fábrica. Esta pieza puede compararse con La Indianilla (1921) y Puerto (1921), ambas de Fermín Revueltas, donde está presente también el componente eléctrico en un ambiente industrial. Una pieza más narrativa es Trabajadores en Fábrica de Jesús Tamayo, la cual además de mostrar la impronta del progreso, recupera un episodio cotidiano dentro del ambiente laboral.

Con base en los ejemplos arriba mencionados, se puede dar cuenta de los trayectos del grabado mexicano en la era de los medios y la industria, un atisbo del entrecruce entre arte y la técnica moderna. Así, en el grabado se encuentra un caldo de cultivo para observar los vínculos entre la plástica mexicana y el pulso de la revolución tecnológica.

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